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Yasumasa Morimura

Yasumasa Morimura (森村 泰昌) es un autor nacido en Osaka fascinado por el autorretrato. Intenta transmitir en sus obras un impacto de belleza combinando originalidad y copia. Originalidad en cuanto a su transfiguración personal incluyendo género, etnia, edad y entorno histórico. A su vez, su copia consiste en una clonación del icono conocido en cuestión con un esmero destacable.

Sus trabajos representan meticulosamente reconstrucciones de obras maestras. Son obras conocidas a las que añade un tinte de homenaje y parodia. En general se trata de interpretaciones que en ocasiones resultan burlescas o satíricas o que intentan despertar emociones. Algunos entre la larga lista de personajes plasmados en sus instantáneas son Marilyn Monroe, Che Guevara, la Mona Lisa, Liza Minnelli, Audrey Hepburn, Frida Kahlo, Jodie Foster, Albert Einstein, Michael Jackson, Adolf Hitler, Mao Zedong, Diego Velázquez y las meninas.

Él mismo define que su identidad está dentro de toda la gama de posibilidades, por lo que califica su obra como «autorretrato abierto». No juega al travestismo o simple provocación, sino que plantea una reflexión en las convenciones visuales y lo que significan. La relevancia social, el género y la historia varían ampliamente.

Yasumasa Morimura es una gran influencia en la globalización cultural, eliminando barreras entre Oriente y Occidente. Siendo él japonés, se apodera de iconos occidentales muy reconocidos a los que interpreta, teniendo en muchas ocasiones que recurrir a una interpretación que incluye un cambio de sexo.

Una de sus fuentes de inspiración artística es la figura de Cindy Sherman. Al igual que la fotógrafa estadounidense, utiliza los mismos recursos representativos tales como el maquillaje, las prótesis y la vestimenta. Además, es un admirador de la obra de Warhol. De hecho, Morimura se autodefine como «el hijo de Andy Warhol». El trabajo de Yasumasa Self-Portrait – After Marilyn Monroe (1996) fue una de las tentaciones interpretativas inevitables como seguidor warholiano.

En la obra de Yasumasa Morimura se reconoce a primera vista la fotografía del personaje original que interpreta gracias al acertado maquillaje, la postura, la indumentaria y el peinado. Asimismo, esta representación de Marilyn posee un rasgo que caracteriza el teatro kabuki, en el cual los hombres interpretaban papeles femeninos.

No hace falta un amplio conocimiento cultural para introducirse en el personaje, sino que se entra en la obra sencillamente incitando sentimientos instintivos, a veces de tipo lascivo, con la exaltación que el travestismo implica. En su trabajo, el autor se despoja de su personalidad y asume con narcicismo una imagen sensualmente provocadora. Plasma en la retina una imagen que por unos segundos se incorpora al espectador y lo sumerge en pensamientos instintivos sin tener en cuenta más que lo básico. Es decir, refleja la ostentación de los instintos primitivos, ninguneando otros aspectos personales, sociales o históricos. De este modo, critica satíricamente la indulgencia del arte pop occidental.

Es realmente curioso como, por ejemplo en el caso de su imitación de Marilyn, por una fracción de segundo la impresión es la de estar viendo la clásica fotografía de la actriz estadounidense. Sin embargo, acto seguido, el espectador toma conciencia de la suplantación de Yasumasa pese a la dificultad inicial fruto de la fidelidad escénica a la representación original. De esta manera, el autor pretende causar emociones controvertidas e interrogantes acerca de la identidad sexual, social y cultural.