
Hanami, la floración de los cerezos
Una de las tradiciones más populares de la sociedad japonesa es el hanami (花見, 花 = flor 見 = mirar), es decir, contemplar la belleza de las flores, especialmente los cerezos en flor. Es una tradición preciosa que nos fascina, pero, ¿sabes cómo llegó a ser parte de la cultura nacional de Japón?
Se cree que los orígenes del hanami se encuentran en el siglo VIII, en el periodo Nara (710-794), concretamente en la celebración del Momo no Sekku (桃の節句; festival del melocotón) el 3 de marzo. En esta festividad, se escribían poemas al lado de un riachuelo mientras se contemplaban las flores. Pero estas celebraciones, importadas de China, solamente se celebraban en los jardines de la corte y la nobleza. Además, todavía no se contemplaban los cerezos, sino el albaricoque japonés o el melocotonero.
No fue hasta el periodo Heian (794-1185) que se empezó a popularizar entre la población la contemplación de los cerezos en primavera. A diferencia de los árboles que antes hemos comentado, procedentes de China, los cerezos se encontraban por todo Japón y, además, sus pétalos eran muy parecidos. Las dos variedades principales de cerezo que se contemplaban eran la yamazakura (ヤマザクラ), en las regiones central y occidental, y la edohigan (エドヒガン), que apenas crece en las montañas. Sin embargo, al extenderse por todo el país, las fiestas ya no se hacían por fuerza al lado de un riachuelo.
Más adelante, en el periodo Edo (1603-1868), en las grandes ciudades se habilitaron zonas para poder contemplar las flores, se plantaron cientos de cerezos yamazakura y se permitió participar a las clases populares. Fue en ese momento cuando se empezó a extender la costumbre de reunirse en grupo para beber sake, bebida alcohólica hecha de arroz fermentado conocida en Japón como nihonshu (日本酒), y comer bajo las flores. Así, pues, el hanami, tal y como lo conocemos hoy, sería la mezcla de las celebraciones de la nobleza de contemplar las flores y los pícnics de las clases populares.
En Japón hay más variedades de cerezo que las que hemos comentado. No obstante, la yamazakura y la edohigan son de las primeras en anunciar la llegada de la primavera. Por ejemplo, la yamazakura, en la montaña, florece antes que otros árboles, por eso destaca tanto su color. Además, en el periodo Edo, creció mucho la cultura de la jardinería, propiciando que se cultivara una amplia variedad de plantas. Los cerezos no fueron una excepción y surgieron variedades muy populares hoy en día: fugenzō (フゲンゾウ), ukon (ウコン), someiyoshino (ソメイヨシノ), etc. A partir de la era Meiji (1868-1912), cuando Japón se modernizó, se plantaron cerezos por todo el país: en parques, escuelas, calles… Una de las variedades que se usó más fue la de someiyoshino. El objetivo de esta acción fue aprovechar la amplitud de estos sitios para llenarlos de verdor.
Esta tradición ocurre entre finales de marzo e inicios de abril. Sin embargo, esto depende de la región, ya que en Hokkaidō los cerezos florecen a principios de mayo. Así pues, recomendamos consultar qué día en concreto empieza el florecimiento de los cerezos en cada región, puesto que cada año difiere. En definitiva, aunque sea una de las tradiciones más populares de la cultura japonesa, las flores de los cerezos caen poco tiempo después de haber florecido, durando apenas una semana. De aquí que uno de los atractivos del hanami sea apreciar la belleza de la efímera vida de estas flores, recordándonos al concepto japonés wabisabi.






